martes, octubre 31, 2006

PAJAROAZÚL (Reelab)

Yo, cuasi románicamente, aún le detengo en mi palma.
Pobre, le mató el susto. Corazón de pollo tenía que tener el pequeñuelo.
¿Por qué no seré dios? ¿Por qué no con mi hálito cobra vida nuevamente?
Yo no me llamo Jesús, ni mi madre María; mi padre, por supuesto, tampoco lleva el nombre de José.

Por la mañana era feliz su pequeño, cuenta mi madre.
-Tan feliz que estaba el chiquito.
Fue un suceso descabellado. Tras una medida correctiva para que el pobrecito pudiese caminar sobre sus patitas, tuvo un paro cardíaco.
Para las 17:20 ya lo imposible para resucitarle, se había hecho. Hasta al dios de los hebreos se le pidió, volviese a insuflarle vida. El paro fue total. Nada se pudo realizar más. Tuvo una inhumación en el jardín, célere, discreta; junto al árbol de melón.

Mi madre no encontró consuelo.
-No llores, era para que no sufriera, -decía mi padre-, -Entonces danos muerte a todos para que no suframos más, qué te hacia, estaba tan feliz el chiquito. -Era para que pudiera caminar bien,-apenas componía nuevamente el perpetrador-, Todo lo que tocas lo destruyes, eres malo, qué te hizo el pobrecito, así lo hubieses dejado, -entre lágrimas y rabietas, terminó por recriminar mi atormentada madre.

Espero un milagro... en vano. El pájaro azul no habrá de volver a la existencia, Ni la vida de papá y mamá será igual. Deseo, todavia, que se quite la tierra del pecho y camine nuevamente sobre sus codos. Aunque sé que nunca aprendió a volar, y si volviere aun no podrá hacer. Añoro, pese a ello, verle andar sobre sus muñoncitos, en cualquier lugar, en cualquier tiempo.
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